Compartir almas

Día de la poesía. Claro hay que celebrarla y qué mejor forma que recordando al poeta más conocido de El Salvador: Roque Dalton. Y de paso a una larga lista de ellos, que siempre resultan gratos e incluso tan propios sin desmerecer al resto. En lo personal el poeta salvadoreño que más me agrada releer es Oswaldo Escobar Velado, aunque también en su Todo el Códice a José Roberto Cea, y por esas cosas de amor y orgullo a mi papá: Mauricio Vallejo. De vez en cuando alguno que otro de Pedro Geofroy Rivas y Jaime Suárez Quemaìn. ¡Ah!, los poetas, se vuelven tan nuestros porque nos sentimos tan estrechos con pocas palabras.
La poesía no tiene un día, aunque se lo adjudiquen. La poesía se vive eternamente, incluso antes de que la humanidad le diera cuerpo. Siempre ha estado presente y siempre lo estará al igual que la palabra. No hay noche ni día sin ella, aunque queramos a veces dejar de escribirla se nos sale por el lugar y el momento menos indicado y sirve de consuelo y celebración, como una maravillosa compañera de entierros y nacimientos.
Leerla resulta maravilloso, así como escribirla. Pero eso de compartir las emociones y experiencias de otros, esas visiones que arrullaron sus almas no tiene precio.
¿Qué puedo hacer? Leer nada más, sin buscar quienes son los mejores o peores. Buscar poetas, esos verdaderos que dejan el corazón en la tinta y que no buscan odas ni pedestales, sino que escribir, que bordar el pecho en cada sílaba. Así que para mí no hay día de la poesía, sino la vida. A celebrar.

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