A mitad de la madrugada
Por Mauricio Vallejo Márquez
Pasan los años. A veces llega una visita inesperada a mitad de la madrugada. Es la misma cara, sólo que el tiempo se va acomodando a sus ojos, a su entrecejo, a su vida. Su aliento etílico no necesita llegar a cinco metros para mostrar que la noche y el alcohol son uno en él. Sin embargo, no es bienvenido, a pesar de que sería bueno. Siempre habrá que decir un no, para guardarlo todo, para salvarlo todo. "Sólo uno conoce de sus problemas", me dice. Y entonces mi negativa. Se cierra la puerta. "Lo conoces", me preguntan en las gradas. "Lo conocí hace unos once años, ahora no lo conozco", respondo. "Y que quería", cuestiona. "Posada", contesto. "¿Y qué le dijiste?", insiste. "Buenas noches y cerré la puerta".
Pasan los años. A veces llega una visita inesperada a mitad de la madrugada. Es la misma cara, sólo que el tiempo se va acomodando a sus ojos, a su entrecejo, a su vida. Su aliento etílico no necesita llegar a cinco metros para mostrar que la noche y el alcohol son uno en él. Sin embargo, no es bienvenido, a pesar de que sería bueno. Siempre habrá que decir un no, para guardarlo todo, para salvarlo todo. "Sólo uno conoce de sus problemas", me dice. Y entonces mi negativa. Se cierra la puerta. "Lo conoces", me preguntan en las gradas. "Lo conocí hace unos once años, ahora no lo conozco", respondo. "Y que quería", cuestiona. "Posada", contesto. "¿Y qué le dijiste?", insiste. "Buenas noches y cerré la puerta".
Comentarios
Saludos.
Gracias Rafael, te agradezco tu deferencia y que el Señor te bendiga a ti de igual forma, que tu vida se llene de luz, hasta que el día sea pleno.