Haciendo realidad un sueño



Mauricio Vallejo Márquez,

Escritor salvadoreño e hijo de Mauricio Vallejo

Uno de los sueños que más tiempo me ha tomado hacer realidad, y más me ha costado, es publicar la obra de mi padre. He tenido que esperar 37 años de mi vida para poder tener listo el material, además de reunir el capital que es necesario para el proceso editorial.
Durante buena parte de mi vida toque puertas, me enfrenté a humillaciones de parte de algunos miembros de su generación, tuve que afrontar el muro de muchos que me decían que no debía de continuar y que lo dejara en el olvido. Sin embargo, hay algo en mis genes que me hace testarudo. Confieso que en algún momento desistí del esfuerzo. Bregar contra la corriente no es fácil, sobre todo cuando no se tienen los recursos. De por sí aventurarme en el mundo editorial era un reto quijotesco, ya no se diga publicar a alguien que a otros les interesa no mostrar por absurdas rivalidades. Bueno, la parte que me competía a mí la hice y continuaré haciendo hasta publicar hasta la última página escrita por mi papá.
Debo decir que este esfuerzo no ha sido solo mío. Creo que publicar la obra de mi papá es un trabajo colectivo, y sin el apoyo de muchos fuera imposible darnos el tiempo de leer el libro que sostiene en sus manos. La primera persona a la que se debe agradecer es a mi abuela, Josefina Pineda de Márquez. Si ella no hubiera tenido el valor de guardar los escritos del joven Vallejo y enterrarlos con las garantías para que no se deterioraran. En aquel entierro participaron mi abuelo Mauro Márquez y mi tío Luis Manuel Márquez. Se oye fácil en estos tiempos de paz, pero en esos años era suficiente motivo para amanecer torturado y muerto. Esa muestra de valor hizo que la historia siguiera viva, y en 1998 tuvimos la hidalguía de desenterrarlos junto a Godofredo Carranza, Atxil Josa y Tony Alexander Guardado.
Junto a mi abuela pasamos horas clasificando los papeles por género y tema. Luego salí del país y se extraviaron en la mudanza. Afortunadamente la mamá de mi hijo, Lya Ayala, dio con ellos y me los entregó.
En toda la investigación para tener más material nos metimos a buscar sus cuentos en los periódicos salvadoreños de 1976 a 1981 junto a Roberto Escobar y Wilfredo Arriola, tarea que aún continuamos. En la contamos con el apoyo moral de mi tío Yomar Vallejo y con quien tenemos varios planes y su comprensión.
Cuando ordenamos los libros entró en acción conmigo, Karen Lara, mi otra mitad. Quien no solo se encargó de animarme en el esfuerzo, sino que se convirtió en la ilustradora de esta publicación como el diseño de contratapa. Hasta la fecha, nadie ha hecho más diseños y trabajos acerca de mi papá que ella, y  quien le estoy sumamente agradecido por compartir conmigo este trabajo y el resto del camino.
Y ahora, mi tía Marlya Vallejo vuelve a apoyarnos en la gestión editorial para que sea realidad la obra de su hermano, siempre llegando en el momento justo.
Es gracias a todas estas personas, y las que aportaron económicamente y se encuentran nombrados en las páginas de agradecimiento que ahora tiene entre sus manos el primer libro de muchos más que mi padre, Edgar Mauricio Vallejo Marroquín, escribió.
No puedo hablar mucho de él, presentar a ese individuo que me procreo junto a mi madre, con ese maravilloso amor de juventud y esperanza. Sencillamente porque no lo conocí. Si compartimos espacio en este mundo no soy capaz de recordarlo, apenas tenía un año y medio cuando lo desaparecieron aquel sábado 4 de julio de 1981 a las 11:45 de la tarde en Antiguo Cuscatlán.
Así que les presento la historia de cómo este libro, que fue un sueño que parecía imposible durante mi niñez, ahora es una realidad.
¿Por qué publicamos primero Cosita Linda que sos y no otra de sus obras más esperadas? Sencillamente porque consideramos que mi papá no habría querido que fuera otro de sus libros, más que el dedicado a su esposa, a quien dejó viuda junto a un hijo para terminar de enfrentar la guerra y la vida. Sobre todo, porque es el primero de todos los que seguirán


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