Jaime me dio una gran lección



por Mauricio Vallejo Márquez

Cuando era pequeño pasaba muchas horas jugando con las figuras de acción de G.I. JOE y de Stars Wars. Como era hijo único en mi casa jugaba solo, aunque si iba a la casa de mis abuelos paternos estaba Jaime y con él jugaba hasta las horas que se lo permitían, no podíamos jugar tanto de guerras, así que eran más exploraciones y otras cosas las que hacíamos con los muñecos, hasta que Ursula empezaba a decir a grandes voces: "Jaime... Jaime... Jaime...", porque él siempre tenía algo que hacer: limpieza, regar, traer las tortillas, arreglar el jardín, limpiar los carros y tomar café. Mis abuelos quisieron hacer lo mismo conmigo, pero yo era un tanto rebelde para mis años, quizá lo que debería de ser ahora que el tiempo me domestico. Aunque hay que darles algo de crédito sobre todo a mi mamá Yuly y al tío Yomar, porque gracias a ellos tengo la poca disciplina para el estudio que mi abuela Josefina depuro con los años que me terminó de educar, esos años turbulentos del bachillerato y los primeros de la U.

Jaime me lleva cuatro años, pero su alma es más joven que la mía y mucho más limpia. Jaime tuvo accidente de niño que le dejó una pequeña lesión en el cerebro que le hizo difícil aprender y desenvolverse, pero lo hizo. De niño lo ataban para que su frente no se diera en el suelo y a pesar de todo le quedaron un par de chichones. Mi abuela paterna dedicó muchas horas para enseñarle a leer y a escribir. Jaime creció entre responsabilidades y cuidados, porque gracias a Dios no le faltó amor de toda la familia. Su alma es tan noble que perdona con facilidad, ama con verdadero amor, tal y como deberían ser los cristianos, judíos y musulmanes. Y a pesar de que ahora tiene pocos pelos en la cabeza y una barba azul sigue siendo inocente y amando. Quizá nunca pueda dejar de hacerlo, quizá sea una lección para muchos. Jaime siempre es amable, la gente lo quiere y le ayuda aunque a veces no lo necesite. También es un excelente trabajador, creo que producto de todas sus responsabilidades de niño. Da más del 100 % en todo y no le duele hacerlo, al contrario le gusta. Nunca lo he visto enojado. Y sin temor a equivocarme es el tipo que mejor conoce la nomenclatura de San Salvador y no me refiero sólo al municipio, sino a casi todo el departamento.

Mientras yo, seguí jugando y negando responsabilidades hasta que el tiempo me obligó a tomarlas. Creo que Jaime me ha dado una gran lección, no sólo por eso, sino por tantas cosas que compartí junto a él. Recuerdo una tarde en el parque cuando un niño me golpeó y Jaime sólo observó, me levantó y me llevó a que me curaran. Yo le reclamaba porque no hizo nada, él solo levantaba los hombros, pero seguro de haber hecho lo correcto. Ahora sé que si me hubiera defendido o intentado hacerlo, hubiéramos sido dos los golpeados y no hubiéramos ganado nada.

Con los años dejamos de jugar, y siendo yo el único varón de mi familia paterna, Jaime dejó de lado los G.I. JOE por las Bratz y otras muñecas que mis primas, mucho menores que yo usaban y allí veía a ese hombre manso jugando al té sin el prejuicio del machismo, como todos los hombres deberíamos ser.

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