ANTE UNA FOTO DE ROQUE DALTON
I
Cuando observo tu
mirada de “ventana en el rostro”
Recuerdo a mi
padre
Ese triste joven
que casi nunca sonrió en las fotos,
Desde esa ventana
que en incertidumbre dibuja
Este momento en
que escribo
Como si pudieras
leerme mientras lo digo.
II
Veo tu miedo y tu
valor
Esa curiosa
hidalguía que sumaba gracia a la suerte
Que te hermana
con mi padre en el misterio
Porque les tiraron
parecido las cartas
Y en el silencio
de sus muertes sin tumba
Sin haber podido
disparar nada más
Que sus palabras,
intuyo, no lo sé…
El silencio ese
que golpea…
Mientras la
jauría se devoraba a sí misma
Creyendo cerrar
su eternidad
Con una bala en
tu caso,
Con la tortura
salvaje en mi padre,
Porque sus
nombres les pesaban en la espalda.
III
Vos tenías más de
cuarenta, eras adulto;
Mi padre apenas
sumó veintitrés nacimientos
Que se perdieron
como un eco en el barranco
Pero sus
historias eran hermanas tan lejanas y esquivas
Como esa
hermandad sin conocimiento ni cercanía.
IV
He procurado leer
tus noches,
Esos susurros de
tabernas con hoces y martillos
Con esa
convicción que la amistad isleña
Y todo el cúmulo
de la casa de las Américas te dio
Sin pedir nada
más que pronunciar Roque Dalton con una sonrisa
Y procurar tu
omnipresencia como aguijón de Dios.
V
En mí, tu nombre
era una estafeta, No voy a mentirte,
Que se hizo larga
por tu muerte, y se hizo tan larga
como si no fuera
posible cerrar los párpados
mientras los que
te siguieron, los que buscaron emularte
y sí se jugaron
la vida sin amigos fuera que lo recordaran hasta el cansancio
apenas los
traemos a cuentas
solo la
convicción de vivir gritando justicia
ya fuera con la
voz o con la palabra escrita
y con las balas,
pero estuvieron ahí
y con sangre
pronunciaron sus nombres heridos, mutilados, pero satisfechos
En esos tiempos
morir tenía tanto sentido,
No había mayor
convicción para seguir Que la muerte, así, plena y a secas.
Te veía y
comparaba tu foto
Con la de mi
padre,
Con su mirada tan
fresca, sin conocer la madurez
Que vos habías
derramado ya en La Habana y en Praga.
VI
Mi padre era un
niño que jugó a creer y lo traicionó su fe.
Veo ese juicio
absurdo que te hizo inmortal
Como un remedo
que se repetiría sin control
En tantos compas,
tantas puestas de dedo, tanto de esa chulería tan galga
Que pretendió tu
silencio
Y en cambio
desató una ola inmensa que aún retumba.
Mi padre en
cambio habitan en su silencio
Y deja una
palabra en susurro
Siendo por
siempre un misterio
Por algunos
mencionando el sótano aquel que no existe
Y los otros en su
recitar de no sé.
VII
De voz, Dalton,
sé lo que te hicieron tus compañeros, tus camaradas.
De mi padre sé…
esa nada que a veces nos afirma el nombre de Dios
Y entonces vuelvo
a verte los ojos
Te observo,
sabías ver al
mundo desde la orilla de tu hombro
Y aún así
conocerlo,
como mi padre y
como esos que jugaron a creer
sabiendo sin
saber
Que el Playón,
ese océano de lava cruda, áspera y seca
Que contiene a
muchos y a ti, les contendría
En un solo cuerpo
en eterna suma
Donde caben todas
las fechas
Como las que
tienen las fotos en un álbum de familia.
de Mauricio Vallejo Márquez
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