Esos recuerdos que vamos cargando

por Mauricio Vallejo Márquez

La vida se va. Pero también la vida llega, a pesar de que la muerte esté cercana. Pero lo que pasó representa en muchos casos razón suficiente para no continuar o para cargar esos ayeres que nos van encorvando hasta rozar el suelo. Esa carga que nos resistimos a soltar resulta tan pesada que apenas nos permite movernos, porque la rutina de vivir sumidos nos resulta natural. Sumidos a los recuerdos, a comparar el pasado, a no tener la capacidad de ver al futuro ni al presente.
En la colonia veo como todo parece ser igual que hace 10 ó 15 años, sin embargo los cambios son tan sustanciales. Han muerto tantos, otros se han marchado y los que quedan o volvemos apenas seguimos teniendo el mismo nombre, pero ya no somos los mismos.
Recuerdo que las tardes se iban serenas bajo el laurel de la India, en la sublime banca de Armindo donde jugábamos ajedrez y el resto de espectadores que podían ser docenas bebían en botellas de vidrio café o en bolsa. Y no importaba tanto que el reloj caminara o se paraba porque el tiempo no tenía importancia. No había facebook, ni twitter ni señales de que el internet nos devoraría los instantes.
El sol se sigue ocultando entre los escasos árboles y el volcán sigue inmarcesible. Las calles a veces nos ven correr o apenas apresurar los pasos, pero ya no más como fuimos en algún momento y eso nos va mermando. Porqué no mirar a otro rumbo, porque no dejar el pasado, no a la sombra, sino en su lugar como una referencia y avanzar y avanzar.
Somos gente de pasado sin duda, de un pasado que muchas veces no tiene memoria, que a penas resuelve entre corazonadas un recuerdo y la comparación ingenua de “que todo tiempo pasado fue mejor”. ¿Acaso no es mejor el hoy?

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