Siempre las calles
Por Mauricio Vallejo Márquez
Las calles cuentan historias y tienen personalidad. Algunas
son alegras, otras tristes y la gran mayoría se muestran serias, silenciosas,
para después convertirse en lugares bulliciosos como el centro de San Salvador.
Cada una de estas si pudieran hablar nos contaría un sinfín de hechos que han
observado, de los cambios que han sufrido con el pasar de los años, la pequeña
longitud que tenía cuando surgieron y como se han tendido que engordar para dar
paso a varios carriles para desahogar el tráfico vehícular, e incluso su
incertidumbre de su futuro porque podrían llegar a caer en desuso o a
convertirse en el nexo de otra más grande. Calles que ahora son de concreto o
de pavimento, y que un día fueron de tierra e incluso pudieron ser un bosque
algún día, o un ejido o una tierra sagrada. Ahora tan lejanas de lo que fueron,
así como cada uno de los seres humanos que cambian tanto mientras viven, para
después dejar de existir y parecer que ese breve tiempo quedó ahí como un recuerdo
en las aceras y avenidas. Porque al final los caminos son los únicos testigos,
que aunque sean mudos siempre están ahí.
Y mientras la gente
las recorre se miran ahí solas e inertes. Nadie se percata de que en esa calle
que ahora es tranquila se manifestaron estudiantes que fueron asesinados, se
enamoraron parejas, se alegró un niño, deambuló un Papa. Tantas cosas que han
pasado y la gente anda sin fijarse porque siempre pensar de todo lo que bueno
que implica ser acuciosos e imaginativos sólo existir es suficiente para ellos,
el hecho de saber que están aunque no se detengan a pensar en que morirán,
porque consideran perder el tiempo indagando en el pasado de su alrededor, ya no se diga analizando su entorno, aunque
pierdan de 3 a 4 horas de su vida por estar frente a un televisor. Siempre
sentirán más divertido pasar tendidos en una hamaca que leer, estudiar,
observar y pensar.
Las calles al igual que los días tienen dos rostros. Por el día te muestran la cara
más espontánea, la que está llena de pasos y rumores, de ruidos y colores. Por
la noche te insinúan su soledad, su
silencio y los misterios que llevan en su seno. De día se da el comercio, el
tránsito, la cotidianidad y por la noche llegan las historias que muchos
preferirían ocultar, las sombras, la prostitución, el delito.
Sin embargo, no importan las horas ni lo que pase en ellas,
porque siempre son las mismas; siempre
estarán inmutables aun cuando llegue una almágana y las haga trizas; siempre
serán las mismas, el mismo espacio aunque con otra apariencia. Pero a la luz y
a la oscuridad lucen tan diferentes, como si se tratara de seres humanos.
Comentarios