Dos amigos musulmanes y la diversidad

Por Mauricio Vallejo Márquez
El primer contacto que tuve con el Islam fue a través de un amigo que empezaba a escribir, igual que yo, su nombre Salvador Pineda. En esa época se reunía en Bohemia junto a don Luis de la Gazca, Herberth Vaquerano, Rafael Mendoza López y mi abuela Josefina Pineda de Márquez. Estaba trabajando un poemario que llamaba La sombra que sueña contigo. La introducción del poemario decía: “ a ella o a nadie, porque nadie se merece está dedicatoria de amor”. Yo apenas tenía 16 años y esa frase me impresionó, por lo que escuchaba con mucha atención cada uno de los versos de Salvador y entre sus líneas escuché por segunda vez pronunciar el nombre Mahoma y reflexiones apegadas al Islam. No sabía mucho acerca de religiones, así que no le di mayor importancia y seguí manchando papeles y aprendiendo a elaborar romances y liras (pues otras formas métricas no me salían), incluso me puse a emular los versos de La sombra que sueña contigo e hice un mi poemario (digo yo que era uno) que ahora no recuerdo el nombre, pues con el tiempo lo rompí.
Con los días Salvador nos invitó a Rafael y a mí para que participáramos en el grupo de teatro que él dirigía llamado Zumbi dos Palmares, del Centro de Estudios Brasileños. Sólo había dos requisitos que cumplir: el deseo de actuar y hablar portugués. En mi amigo y yo sólo estaba el primero, pues a pesar de que teníamos una beca nunca la hicimos efectiva por cuestiones de haraganería. Es una lastima pues ahora sería trilingüe o algo más, pero lo hecho, hecho está. Actuamos en su primera obra de teatro absurdo, en honor al héroe Tiradentes. Fue divertido, yo fui un soldado imperial y Rafael un sacerdote. Hasta el momento ha sido la única vez que he actuado sobre las tablas de un teatro, después de esa hazaña le perdimos el rastro a Salvador.
Años más tarde nos encontramos a Pineda sentado bajo un laurel de la India a pleno mediodía sobre la Avenida Bernal (una calle muy transitada de El Salvador) junto a su novia, una chica de lentes. Hola Chamba, le dijimos. Él nos contestó, es que nos sentíamos un poquitín cansados y nos quedamos aquí a descansar.
Un día iba en el bus cuando me percaté que en uno de los asientos traseros iba un tipo con barba hasta el pecho y un gorro típico de los musulmanes, de lentes y con el cabello recortado en forma cuadrada como sólo los judíos y los musulmanes lo hacen. Muchos no querían sentarse cerca de él, pero yo lo reconocí de inmediato, era Salvador Pineda. Ese día me contó que se había involucrado con el Islam y ya formaba parte activa de la mezquita, que creía en los seis pilares de la fe, que oraba cinco veces al día y que Alá es Dios y Muhammad es su profeta. No fue del todo una sorpresa, lo vi como algo normal, no sé porqué, quizá por el revoltijo de religiones que ha habido en mi vida: catolicismo, judaísmo y cristianismo evangélico.
La última vez que vi a Salvador fue en la tercera planta del edificio simón Bolivar de la UTEC, yo bajaba de clases y allí estaba, tan sereno a pesar de hacer el ayuno de Ramadán. Me senté junto a él y hablé con él acerca de Jesús y su resurrección. Salvador todo lo vio con tanta calma.
Hoy los años han pasado y el Islam se puso de moda en la televisión, sobre todo tras el derribamiento de las torres gemelas de New York. Nombres que eran impronunciables como el de Osama Bin Laden y los Talibanes enumeraron cientos de editoriales, reportajes y noticias que hasta raro es el salvadoreño que no sabe acerca de este personaje, que incluso un comediante salvadoreño (La Tenchís Celiber) dijo que se escondía en Guazapa, entonces me pregunté acerca del destino de Chamba. Pero nada me pudo dar respuesta.
Abdel
Un día caminando me encontré a Abdel, un joven musulmán de buen corazón que tiene como principal punto de vista aceptar la diversidad. Amigo de judíos, evangélicos, católicos, budistas y una infinidad de religiones. Siempre defendiendo a capa y espada su religión y acariciando de vez en cuando su barba mientras ilustra la importancia de la Azake y la hajj. Con el amigo Abdel hemos pasado varias horas conversando por el msn y un par más en las zonas de descanso de la UTEC.
Uno de tantos días le pregunté acerca de Salvador, pero Abdel no pudo darme respuesta, pues no sabe nada de él, sin embargo este descendiente de palestinos se ha encargado de demostrar que la tolerancia también va de la mano con religiones tan incomprendidas como el Islam, a pesar de toda la propaganda acerca de grupos como los talibanes de Afganistán y el famoso Bin Laden.
Abdel recorre las calles con sus implementos de oración y una copia del Corán, con sus lentes de carey negro y sus clásicos gorros musulmanes que una vez pensé eran kipás. Abdel también es un artísta, toma fotografías, pero la mayoría de su obra se encuentra adornando las paredes de su amada Mezquita o guardada para una futura exposición. además de puestas en algún album familiar, pues también toma fotos en eventos como: bodas, primeras comuniones, retiros, cumpleaños, etc..
No sé si Abdel visitará pronto la Mecca, pero mientras lo hace caminará por San Salvador aceptando la diversidad, como él mismo lo dice: “Si Dios nos creo tan diversos es porque se complace en la variedad”. Sabias palabras que elactor Morgan Freeman afirmó, pero con otro orden, cuando interpretó un personaje moro en la película Robin Hood junto a Kevin Costner. Y tiene toda la razón, Dios nos hizo diferentes, pero con un propósito, ahora cada uno debe encontrarlo. Yo estoy en ese camino.

Comentarios

Raúl Marín ha dicho que…
Muy interesante blog
Anónimo ha dicho que…
En verdad vi
como condenaste
a Tiradentes,

no hablabas portugués
y te quedaban largas
las mangas
de guardia imperial,

pero igual
matastes a Tiradentes...
Mauricio Vallejo Márquez ha dicho que…
Al fin sé algo de ti Salvador. Que bueno saber que vives en Jahan, Khorasan. Espero pronto hablar más contigo.

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