DESPEDIDA NOCTURNA


Por Mauricio Vallejo Márquez

Odio que te marches,
como también la negritud de las calles.
La soledad, en ningún momento puede sentirse tan profunda
como el adiós eterno
que intento dejar en tu corazón cada despedida.
Se va tu olor,
rosa, brisa y el mar de la madrugada.
Creciendo en desventaja tomo mis únicas pertenencias
y retorno.

Un día, amada, un día
se agitará el viento entre los árboles,
y tú como yo, no pondremos reparos
para sentirnos cómplices de un delito del mundo.
Amada, entre mis pasos, he pensado ciegamente en tu rostro
de sol por el día, de luna por la noche.
Mis manos se abaten al sentir los golpes
que del cielo van cayendo,
sin saber que Dios en su omnipotencia
va guardándome en sus manos.

Odio que te marches
como verme solo en las calles
y no saber que junto a mí
va un coracón latiendo al mismo ritmo que el mío.
Un corazón que promulga la paz de los toques de tus dedos
y que siempre me arropa como una madre.
Entonces, cuando la noche es negra
sé que a la mañana, amada,
te veré en tu reposada tranquilidad.

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