Festival medieval en El Salvador

Por Mauricio Vallejo Márquez
Cuando tenía 14 años iba a realizar un festival medieval en pleno San Salvador. Ya hasta me había hecho la ilusión de ver a Jimy Doménech y a otros aportando en el proyecto. Todo surgió tras una conversación casual que realicé con Antonio Fabielli después de ir a comprarle unas bebidas a mi mamá y quedarme resguardado de la tormenta dentro de una casa en construcción. Antonio era un cubano descendiente de italianos que jamás comprenderé qué hacia en el país, pero de lo que estaba seguro era de que estaba aquí. Al día siguiente lo volví a ver y conversamos con más detenimiento y fue entonces que me propuso con seriedad realizar el proyecto que él consideraba importante y lucrable. el famoso festival medioevo. Encontrar los materiales fue fácil, la elaboración de la maqueta también. Fabielli cuyo oficio era escultor se dedicó a hacer lo más difícil y a la vez me enseñó a armar elementos de la maqueta. También me dio clases de inglés.
A mi mamá no le caía en gracia, porque tenía más de cuarenta años y le parecía un peligro, pero el tipo incluso llegaba a la casa a lavarle el carro, hacerle la limpieza y ayudarle en lo que necesitara, así que termino queriéndolo.
Me enseñó a preparar café cubano, claro que con café salvadoreño. En esos días nos tomábamos hasta 20 tasas de café. Andábamos siempre eléctricos… pero era divertido.
Antonio además de ser cubano era ciudadano de los Estados Unidos y afirmaba haber sido un hippy y todo lo que conlleva ese mundo. Aseguraba que había vivido en una comunidad con gente de ese tipo en la que había una gran libertad sexual y cosas así. También hablaba de Cuba con alguna propiedad, pero decía cosas que no siempre parecían razonables, pero siempre me pareció raro que hablara tan bien del régimen cubano si él vivía en EE.UU. Defendía el rumor de que a un presidente salvadoreño se le escapó un gas durante un discurso, y tantas cosas que recordarlas ahorita sería imposible.
Cuando la maqueta estuvo casi lista Antonio se fue de regreso para los Estados Unidos, se fue mojado. Un día antes de partir me preguntó qué quería que me enviara. Yo, como todo un adolescente, le pedí una guitarra eléctrica. Antonio se fue y algunos meses después tuve noticias suyas en las que me afirmaban que habían cruzado el desierto, pero que no se sabía si estaba vivo. Yo conservaba la maqueta, creo que la hubiera conservado siempre, pues estaba muy bien hecha y parecía una obra de arte, pero cometí el terrible error de dejarla en casa de Rafael Mendoza López, quien la desmembró poco a poco para realizar tareas de su universidad… Una verdadera pena. Pero la historia quedó y eso es lo importante. Cuando tenía 15 años dejé de esperar la guitarra electrica y decidí aprender con toda la ley la preceptiva literaria y leer, leer, leer y leer.
Jamás entenderé por qué Fabielli se fue mojado, porqué vino a El Salvador, porqué quiso hacer un festival medieval en un país como el nuestro y lo más rudo de todo: por qué no me di cuenta de que el tipo estaba loco. Sin embargo hasta de los locos se aprende mucho y eso basta.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
[...]En esos días nos tomábamos hasta 20 tasas de café. Andábamos siempre eléctricos… pero era divertido[...]

No jodás Mauricio, ta fregado, si yo con dos cuchumbadas que me tome ya ando freak.
Mauricio Vallejo Márquez ha dicho que…
Ja ja ja... ahora también yo, pero en ese tiempo se nos hizo común, lo gracioso de todo es que aún todo encafeinado ,me dormía temprano.

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